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miércoles, 12 de mayo de 2010

La pérdida del paraguas y catástrofes consecutivas

Hay días en los que tengo la sensación de que me está grabando una cámara. En serio, a veces me ocurren tales cosas que pienso que mi suerte la escribe un guionista de alguna serie cómica, de esas en las que el protagonista es un pobre chico torpe y olvidadizo al que le pasa de todo. Me explico:

Todo sucedió esta mañana, de camino a la universidad. Normalmente los miércoles no tengo clase, y a pesar de haber podido quedarme durmiendo en la cama, me he levantado a las siete de la mañana porque había quedado con dos comparñeras, Marina y Elena, para hacer un trabajo de grupo. De modo que me levanté, desayuné, me aseé, cogí cartera, móvil, llaves, mp3 y paraguas y salí de casa para coger el tren.
Hasta aquí todo bien. En el tren estaba tranquilamente escuchando el mp3 mientras hacía un test que formaba parte de la tesis de uno de mis profesores (el de la frase célebre de "Yo soy más heavy que una lluvia de hachas", un gran hombre), sin sospechar para nada que el destino y la desdicha se habían aliado contra mí y esperaban el momento de atacar.
Por fin llego a Pozuelo, donde debía bajarme para coger el bus a la universidad. El caso es que, en algún momento que no recuerdo, debí de sacar el paraguas de la bolsa que llevaba conmigo, porque al salir de la estación llovía, y cuando fui a sacarlo me di cuenta de que no estaba. Me sentó como una patada, porque ya es el segundo paraguas que pierdo en este mes, y éste apenas tenía una semana. Pero lo clasifiqué como un mal menor, sobre todo cuando llegó el autobús que supuestamente me iba a llevar a la universidad. Cuando fui a montar saqué la cartera y vi que el abono transporte no estaba allí, y entonces lo visualicé en el bolsillo derecho del pantalón que me había puesto ayer. Y lo peor no era eso, tampoco llevaba nada de dinero para el autobús, ni para volver en tren a casa. Estaba en Pozuelo y no tenía medios para volver. Bueno, mejor dicho, medios legales. Por suerte para mí, la entrada de la estación de Pozuelo está bien vigilada, pero por alguna razón, la salida está completamente desierta, así que me colé en la estación ante la mirada de una repartidora de periódicos, que afortunadamente no me dijo nada.
Una vez en el tren, llamé a Elena para decirle que iba a llegar más tarde, pero siete segundos después de que descolgara el teléfono, se cortó la comunicación y me llegó el mensaje de "tu saldo total está agotado". En ese momento se me escapó un "mierda" algo subido de tono, pero luego Elena me llamó y le expliqué todo el problema, que tenía que volver a casa, coger el abono, de vuelta al tren y luego el autobús. En total, una hora y media de viaje extra la que me iba a pegar.
Pero eso no es todo, queridos no-lectores, aún queda la guinda del pastel. Resulta que mientras viajaba por la patilla en el tren, vino el revisor de billetes, ese ser sobrenatural que solo aparece cuando alguien viaja sin billete. Me sorprendió ver en él que estaba sonriendo, pues una característica impepinable de los revisores del tren es que nunca sonríen.
Cuando me pidió el mío, entre tartamudeos y muecas de súplica le expliqué mi problema. Le dije que era una persona honrada (literalmente), que cogía a diario ese tren, que era un desastre y un olvidadizo y que me había dejado el abono. Le dije incluso que me esperara en la estación a que yo volviese con el abono para demostrárselo, fijaos si estaba desesperado.
El revisor me miró con una cara muy rara, y seguidamente me pidió que me levantase y le siguiese. No parecía que hubiese nada que hacer, iba a echarme en la parada siguiente. Y cuán fue mi sorpresa, queridos no-lectores, cuando me dice en voz baja que se había enterado ayer de que iba a ser padre, y que a causa de su felicidad, iba a hacer por una vez la vista gorda.
No sé cuántas veces se lo agradecí y le di mi enhorabuena. El caso es que al fin llegué a casa, cogí el dichoso abono, y le expliqué a mi padre toda esta curiosa historia. Y entonces él me dijo: "Esto es más raro que aquella vez en la que me estabas esperando en el puente y vino la policía porque pensaban que te ibas a suicidar y luego te registraron por si llevabas droga". (esa es una historia que será contada en otra entrada, sin duda xD)

En fin, he aquí una mañana cualquiera en la vida de Gael, queridos no-lectores. Creo que por eso me gusta tanto escribir, porque tengo un historial que cualquiera tiene xD

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