Llovía, y estaba asustado. Aquello no era normal, la lluvia le encantaba, y solía pasear bajo ella sin paraguas o quedarse embobado mirando las finas gotas caer desde el cielo. Además, estaba viviendo los mejores días de las vacaciones, junto con la persona a la que amaba, los dos solos, lejos de todo.
De todo... tal vez por eso precisamente estaba asustado. No había mucha gente por allí, el pueblo más cercano estaba a media hora andando y no tenían transporte. Además, la casa hacía muchos ruidos, y las gotas se estrellaban con fuerza en las paredes y el tejado. Como siempre, su dichosa imaginación dio rienda suelta, y le empezó a jugar malas pasadas.
Entonces escuchó su voz, hablando casi en susurros, muy cerca de su oído. Sintió su aliento en la cara, su pelo haciéndole cosquillas, el cálido cuerpo pegado al suyo, con las piernas entrelazadas. Le decía que no pasaba nada, que no iba a ocurrir nada, y que, por si acaso, conocía a los vecinos de la casa de al lado. Pero las palabras que más le tranquilizaron fueron: "estoy yo aquí, contigo".
A la luz de las velas se besaron.
No necesitaba nada más. No había nada que temer ni de lo que preocuparse. Nada más, porque estaban el uno junto al otro.
Cuando se quiso dar cuenta, ya no oía el ruido de las gotas en el tejado. Había dejado de llover.
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