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lunes, 26 de diciembre de 2011

Yggdrasil

Por las mañanas, durante el desayuno, me vienen a la cabeza dudas y cuestiones. Debe de ser ese trance en el que entras cuando estás removiendo la leche, aún con los ojos medio cerrados.

El caso es que hace poco vi imágenes de El Vaticano, donde habían puesto un enorme árbol de Navidad.
Y la cuestión que me hice fue, queridos no-lectores, ¿por qué ponen árbol en El Vaticano? ¿No es acaso un símbolo pagano? La historia es más de lo que creía, porque efectivamente, el origen de la decoración del árbol es nórdica, pero más adelante los cristianos tomaron este ritual, adaptándolo a sus creencias y cambiándoles totalmente el significado.

En sus orígenes, el Árbol de Navidad que conocemos, y que seguramente todos tenemos colocados hoy día en nuestras casas, se llamaba Yggdrasil o "Árbol del Universo", en el que, según las antiguas creencias, se mantenían unidos los nueve mundos. En la copa del árbol se hallaba el Walhalla, morada de Odín; en sus raíces, el Helheim, dominio de los muertos; y en sus ramas, crecían sostenidas todas las estrellas. Durante estas fechas, los nórdicos adornaban los árboles celebrando el cumpleaños del dios Frey, dios de la fertilidad.
Se sabe también de otras tradiciones que tienen que ver con la decoración del árbol o el uso en general de plantas para rituales sagrados, como es el caso de los druidas, que decoraban el árbol como signo de sacralización de elementos y fuerzas de la naturaleza.

Sin embargo, con la evangelización del centro y norte de Europa, los cristianos adoptaron la idea de la decoración del árbol para celebrar el nacimiento de Cristo, cambiando su significado original y pagano.
De aquí se ha llegado a creer que el origen de la tradición del árbol se remonta al siglo VIII, en Alemania. El obispo San Bonifacio, tras un período de evangelización por Europa y una entrevista con el Papa Gregorio II, regresaba de nuevo a Alemania. Cuando llegó, se encontró con que el pueblo estaba volviendo a la Antigua Religión, realizando un ritual en honor a Odín en el cual estaban a punto de sacrificar a un hombre joven. En ese momento, San Bonifacio cogió un hacha y se atrevió a asestar un golpe contra el árbol sagrado. La leyenda que prosigue cuenta que, tras el primer hachazo, un fuerte viento se levantó y derribó por completo el árbol. El pueblo quedó asustado, pues creían que lo sucedido fue una manifestación del poder de Dios.
San Bonifacio se fijó entonces en un pequeño abeto que permaneció intacto junto al roble que acababa de caer. Simbolizando el amor perenne a Dios, les dijo a todos que llevansen a sus casas un árbol, y que lo adornaran con manzanas (símbolo de las tentaciones) y velas (símbolo de la luz de Dios).
En nuestros días, se dice que la forma triangular del árbol representa la Santísima Trinidad, incluso se le han dado connotaciones a los distintos colores de los adornos, simbolizando cada color un tipo de oración (rojo=petición; dorado=alabanza; plateado=agradecimiento).


Y esa es la razón por la que se puede poner el árbol en El Vaticano sin ir al infierno, queridos no-lectores. Porque no hay nada como adoptar tradiciones y olvidar sus orígenes para no caer en el pecado.


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